Caminando En Las Nubes Capitulo XIV: Un Lugar Que No Es Mío



Recordaba ese abrazo como el más importante que se habían dado en sus vidas. Ese gesto, en el cual se dijeron mucho más que en las dos horas que estuvieron platicando.

Fue difícil despedirse de ella
Los ojos de ella solo le transmitieron miedo e inseguridad. Ya no dijo nada más, arrojó su saco a su hombro y salió. Los pocos transeúntes que deambulaban a esa hora no compartían su tristeza. Él también tenía miedo, pero debía ser fuerte.

Volteó a ver el departamento por última vez, aquel lugar que ayudó a conseguir en pocos días y que se negaba a ser suyo.
No había tiempo para tristezas, se subió a su automóvil para dirigirse a su propio hogar. ¿Por qué un hombre como él, que se suponía lo tenía todo en la vida no era feliz? Suspiró. No le quedaba mucho para llegar a su casa, hablaría con su padre, le explicaría todo.

**…***…**

Reyna por fin despertó, se encontraba en un cuarto muy bien decorado, el cual no lograba conocer, percibió un suave olor a incienso. mientras iba recuperando la conciencia trataba de reconocer el lugar: Algunos libros por aquí y por allá, cortinas blancas y la ausencia de flores, la hicieron suponer que se encontraba en la habitación de un varón.


Pero la jovencita no le quería hacer caso. Buscando imágenes de su gran amor recordó la última conversación que tuvo con su hermana. Esa terrible plática donde le comentaba sus planes para irse de su casa.
El doctor guardó silencio, no eran necesarias las palabras para que jovencita entendiera, gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Miguel Ángel salió para evitar que Reyna lo atormentara con más preguntas. No le gustó nada el estado de salud de su pequeña paciente. Su debilidad no era normal, temía que padeciera de una anomalía en su corazón. Peor aún, no sabía cómo explicarle a Rafael. Desde hace unos días que no se tenían la misma confianza. Si lo buscó a él, era porque evidentemente, el empresario no tenía nadie más con quien recurrir.

Cuando se vieron a la cara el galeno tomó aire para recuperar la tranquilidad, lentamente comentó su estado clínico. Constanza comenzó a llorar, el empresario apretó los puños.

Solo le bastó ver el semblante de la pareja para comprender que ya no era bien recibido en aquella casa. Salió sin decir nada, comprendió que su relación estaba fracturada. Se subió a su automóvil, apenas dijo a su chofer que lo llevara a su casa. Recargó su cabeza en el asiento para dejarse llevar por los pensamientos. No le importaba tanto lo que la pareja pensara de él, le preocupaba el futuro de Julieta y Reyna. La primera huyó de su casa y la segunda estaba muy delicada de salud.

Pero sus problemas no terminaban ahí. La actitud de su hijo desde que su prometida abandonó su hogar, lo tenía bastante sorprendido. Necesitaba hablar con él. Sus acciones eran poco ortodoxas y estaban sujetas a la dura crítica de la sociedad.

“Creo que se está dejando llevar por la situación”. Comenzó un dialogo interior. “Le falta ser más racional, a la larga esto solo traerá complicaciones para él y Julieta. Por si fuera poco, la situación de Danael con Reyna es muy complicada, pero mientras él no me tenga confianza, dudo que pueda hacer algo por ellos. Lo peor es que todo comenzó a alterarse desde que me fui al hospital por Soledad” hizo una pausa mirando el cielo. “¿Qué hubiera pasado si no hubiera ido?

» No, definitivamente lo mejor que pude hacer es estar a su lado. No puedo arreglar los problemas de los demás y dejar los míos de lado. sobre todo, porque tenía muchos años sin verla”.

Su concentración era tanta que su chofer se dio cuenta, lo miraba de vez en cuando para checar cualquier anomalía. Le preguntó si le ocurría algo, pero lo único que obtuvo como respuesta fue su silencio. Cuando entró a su casa el mayordomo también se dio cuenta que algo le ocurría.

Quiso seguir hablando, pero se detuvo al ver unas maletas al pie de las escaleras. Su corazón dio un vuelco por la impresión, temiendo que sus sospechas fueran ciertas, llamó a hijo a todo pulmón.
Lo vio salir de su cuarto con ropa de viaje, se miraba muy serio, se detuvo cerca de su padre, ninguno de los decía nada, evidentemente los dos estaban muy tensos. Por fin, el medico se atrevió a hacer la pregunta tan temida.
—¿Qué pasa, por qué esas maletas? ¿Te vas?

Miguel Ángel lo miró profundamente, eso ya lo había pensado, pero mientras que Julieta se pasaba de valiente. Su pareja era sumamente miedosa e insegura.

Padre e hijo se dieron un fuerte abrazo. Octavio ayudado por su padre cogió sus maletas y las subió a su coche, abrió la puerta para meterse a su coche, se escuchó un disparo, el abogado cayó al suelo ensangrentado.

**…***…**

Reyna se encontraba muy débil, ya no tenía el color rosado en sus mejillas.  llevaba varios días sin querer comer. ¿para qué?  Si ya no había visto a Danael, su padre cada que podía hablaba mal de él. Y, por si fuera poco, Julieta quien siempre le daba valor se fue de su casa.

Ya no tenía caso seguir luchando por su vida. Si tenía fiebre o no, eso era algo que no importaba. Aborrecía a sus padres, eran demasiado duros con ella, no toleraba a su nuevo doctor, le parecía un incompetente comparándolo con Miguel Ángel.

¡La vida era un asco! Así no tenía caso vivir. El nuevo médico de la familia intentó por todos los medios posibles animarla, pero no lo consiguió.

Pero… pasaron dos días más y la muchacha seguía sin ingerir alimento, cualquiera que la viera la confundiría con un cadáver. P98asaba todo el día durmiendo.

**…***…**

El doctor caminaba presuroso por los pasillos del hospital general de México. No escuchó que alguien lo llamaba con insistencia, estaba demasiado concentrado en sus propios problemas.  Pensaba en Octavio.

El medico Rivera detuvo su andar. No podía creer que el orgulloso de Rafael quintero lo buscara suplicante:
Rafael no supo que más decir, miró al médico alejarse a toda prisa, le dolía reconocer que tenía razón. Pero no se atrevió a hacer ningún juicio, dio la media vuelta y salió de ese hospital que tanto había odiado muchas veces

**…***…**

Rafael no estaba en su casa, Constanza dormía profundamente en su inmensa habitación, eran más de las doce de la noche, nadie se encontraba despierto a esa hora, a excepción de un hombre vestido de negro que entraba por la puerta trasera, uno de los perros lo vio, pero en lugar de ladrar meneó la cola, este le aventó un hueso de res para mantenerlo distraído. Se encaminó rápidamente a la habitación de Reyna.

Por unos segundos la miró con ternura

No fue la mejor manera de hacer las cosas, pero la única manera que él conocía para estar a su lado.

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©Alejandrina Arias (Athenea IntheNight)

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