Caminando En Las Nubes Capitulo XIV: Un Lugar Que No Es Mío
Recordaba ese abrazo como el más importante que se habían dado en sus
vidas. Ese gesto, en el cual se dijeron mucho más que en las dos horas que
estuvieron platicando.
Fue difícil despedirse de ella
¾
Pronto estaré aquí, lo
prometo.
Los ojos de ella solo le transmitieron miedo e inseguridad. Ya
no dijo nada más, arrojó su saco a su hombro y salió. Los pocos transeúntes que
deambulaban a esa hora no compartían su tristeza. Él también tenía miedo, pero
debía ser fuerte.
Volteó a ver el departamento por última vez, aquel lugar que ayudó a
conseguir en pocos días y que se negaba a ser suyo.
No había tiempo para tristezas, se subió a su automóvil para dirigirse a
su propio hogar. ¿Por qué un hombre como él, que se suponía lo tenía todo en la
vida no era feliz? Suspiró. No le quedaba mucho para llegar a su casa, hablaría
con su padre, le explicaría todo.
¾
Espero que lo entienda, si no, no
le quedara de otra —masculló entre dientes, mientras prendía el motor.
**…***…**
Reyna por fin despertó, se encontraba en un cuarto muy bien decorado, el
cual no lograba conocer, percibió un suave olor a incienso. mientras iba
recuperando la conciencia trataba de reconocer el lugar: Algunos libros por
aquí y por allá, cortinas blancas y la ausencia de flores, la hicieron suponer
que se encontraba en la habitación de un varón.
¾
Danael — Fue lo único que pudo
pronunciar. En su mente desfilaban borrosas las imágenes de su último
encuentro. Creyó recordar que la cargó en brazos, que momentos después escuchó
los gritos de varias personas. ¿Qué pasó? No lograba recordarlo.
¾
Me alegra que estés bien— Escuchó
a su querido doctor Miguel Ángel, el cual entraba en ese momento. Lo miró con
una mezcla de alegría y tristeza, no le gustaba sentirse enferma de nuevo, pero
al mismo tiempo su presencia la tranquilizaba.
¾
¿Qué me pasó? —preguntó aturdida.
¾
Tuviste una recaída. Lo más seguro
es que fue por el estrés que pasaste los últimos días —la miró con ternura y
habló con más suavidad—. Te he recomendado muchas veces que seas sosiega. Tu
corazón no puede aguantar tantas emociones.
¾
Sí… creo recordar lo que me
pasó… vi a Danael, pero no recuerdo más,
creo que me cargó en sus brazos. Pero… después todo se vuelve confuso.
¾
No te esfuerces, te hará daño.
Pero la jovencita no le quería hacer caso. Buscando imágenes de su gran
amor recordó la última conversación que tuvo con su hermana. Esa terrible
plática donde le comentaba sus planes para irse de su casa.
¾
¿Y Julieta? —preguntó intentando
no llorar.
El doctor guardó silencio, no eran necesarias las palabras para que
jovencita entendiera, gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas.
¾
No pequeña, intentó tranquilizarla
el galeno—. Ella está muy bien. Solo necesita meditar las cosas. Volverá, te lo
prometo.
¾
pasa algo más, su mirada me lo
dice.
¾
Debes descansar.
Miguel Ángel salió para evitar que Reyna lo atormentara con
más preguntas. No le gustó nada el estado de salud de su pequeña paciente. Su
debilidad no era normal, temía que padeciera de una anomalía en su corazón.
Peor aún, no sabía cómo explicarle a Rafael. Desde hace unos días que no se
tenían la misma confianza. Si lo buscó a él, era porque evidentemente, el
empresario no tenía nadie más con quien recurrir.
Cuando se vieron a la cara el galeno tomó aire para recuperar la
tranquilidad, lentamente comentó su estado clínico. Constanza comenzó a llorar,
el empresario apretó los puños.
¾
No es verdad, lo dices solo para
vengarte de mi familia.
¾
Sabes que soy sincero. Nunca juego
con la salud de mis pacientes.
¾
No, no te creo en absoluto,
buscare la opinión de alguien más profesional.
¾
Si es lo que deseas estás en pleno
derecho.
Solo le bastó ver el semblante de la pareja para comprender que ya no
era bien recibido en aquella casa. Salió sin decir nada, comprendió que su
relación estaba fracturada. Se subió a su automóvil, apenas dijo a su chofer
que lo llevara a su casa. Recargó su cabeza en el asiento para dejarse llevar
por los pensamientos. No le importaba tanto lo que la pareja pensara de él, le
preocupaba el futuro de Julieta y Reyna. La primera huyó de su casa y la
segunda estaba muy delicada de salud.
Pero sus problemas no terminaban ahí. La actitud de su hijo desde que su
prometida abandonó su hogar, lo tenía bastante sorprendido. Necesitaba hablar
con él. Sus acciones eran poco ortodoxas y estaban sujetas a la dura crítica de
la sociedad.
“Creo que se está dejando llevar por la situación”. Comenzó un dialogo
interior. “Le falta ser más racional, a la larga esto solo traerá
complicaciones para él y Julieta. Por si fuera poco, la situación de Danael con
Reyna es muy complicada, pero mientras él no me tenga confianza, dudo que pueda
hacer algo por ellos. Lo peor es que todo comenzó a alterarse desde que me fui
al hospital por Soledad” hizo una pausa mirando el cielo. “¿Qué hubiera pasado
si no hubiera ido?
» No, definitivamente lo mejor que pude hacer es
estar a su lado. No puedo arreglar los problemas de los demás y dejar los míos
de lado. sobre todo, porque tenía muchos años sin verla”.
Su concentración era tanta que su chofer se dio cuenta, lo miraba de vez
en cuando para checar cualquier anomalía. Le preguntó si le ocurría algo, pero
lo único que obtuvo como respuesta fue su silencio. Cuando entró a su casa el
mayordomo también se dio cuenta que algo le ocurría.
¾
¿Doctor le pasa algo?
¾
No, pero es curioso, que para
muchos eres un héroe, pero si cometes el mínimo error, eres todo lo contrario.
Quiso seguir
hablando, pero se detuvo al ver unas maletas al pie de las escaleras. Su
corazón dio un vuelco por la impresión, temiendo que sus sospechas fueran
ciertas, llamó a hijo a todo pulmón.
¾
¡Octavio, Octavio!
Lo vio salir de su cuarto con ropa de viaje, se miraba muy serio, se detuvo
cerca de su padre, ninguno de los decía nada, evidentemente los dos estaban muy
tensos. Por fin, el medico se atrevió a hacer la pregunta tan temida.
—¿Qué pasa, por qué esas maletas? ¿Te vas?
¾
Tengo que hacerlo. —dijo el
muchacho muy serio, pero mirándolo a los ojos.
¾
No, yo no veo un motivo que te
obligue a hacerlo. Tu ida… no… Siempre he creído que te quedarías con mis
propiedades, que tendrías una brillante carrera en la capital y vivirías feliz
con Julieta y tus futuros hijos. Estoy seguro que los dos se quieren.
¾
Julieta —murmuró el abogado,
mientras acomodaba su cartera en su pantalón—. Me voy precisamente por ella, no
la puedo abandonar en estos momentos de su vida.
¾
Estoy de acuerdo en que no la
abandones, eso hace de ti un gran caballero. Pero hazla entrar en razón. No
creo que sea conveniente que se vayan a otra ciudad, u otro estado.
¾
Sera al extranjero, tiene ganas de
ir a Europa.
¾
¡Eso es mucho peor! Sé que ya te
vales cuidar solo, sé que puedes cuidar de Julieta. Pero… —guardó unos segundos
de silencio para no perder la calma—. Pero no creo que sea lo mejor.
¾
Tienes
razón, pero he platicado de esto con Julieta, estoy seguro de que podré ejercer mi profesión sin problemas, mientras que ella será una gran pintora.
¾
Puede ser
—habló el médico en su último intento por persuadir a su hijo—. Pero no es conveniente que se vayan de esta manera, sin estar casados,
huyendo de todos.
¾
Si es eso
lo que te preocupa te aseguro que la reputación de Julieta esta intachable, la he respetado al máximo.
¾
No lo digo
por eso. Es solo que no estaba preparado para tu ida —dijo después de una larga pausa, rendido ante la inminente ida de su hijo—. Llama por
teléfono de vez en cuando.
¾
Sí, lo
haré. De hecho, tú y Soledad también deberían empezar una nueva vida lejos del país.
Miguel Ángel lo miró profundamente, eso ya lo había pensado, pero
mientras que Julieta se pasaba de valiente. Su pareja era sumamente miedosa e
insegura.
¾
Claro, lo pensaré.
Padre e hijo se dieron un fuerte abrazo. Octavio ayudado por su padre
cogió sus maletas y las subió a su coche, abrió la puerta para meterse a su
coche, se escuchó un disparo, el abogado cayó al suelo ensangrentado.
**…***…**
Reyna se encontraba muy débil, ya no tenía el color rosado en sus
mejillas. llevaba varios días sin querer
comer. ¿para qué? Si ya no había visto a
Danael, su padre cada que podía hablaba mal de él. Y, por si fuera poco,
Julieta quien siempre le daba valor se fue de su casa.
Ya no tenía caso seguir luchando por su vida. Si tenía fiebre o no, eso
era algo que no importaba. Aborrecía a sus padres, eran demasiado duros con
ella, no toleraba a su nuevo doctor, le parecía un incompetente comparándolo
con Miguel Ángel.
¡La vida era un asco! Así no tenía caso vivir. El nuevo médico de la
familia intentó por todos los medios posibles animarla, pero no lo consiguió.
¾
No tiene ganas de vivir, si ella
esta anímicamente mal, poco podré hacer por su salud —reconoció el medico ante
los padres de su paciente.
¾
¡haga algo, oblíguela de ser
necesario! —Se desesperó Rafael.
Pero… pasaron dos días más y la muchacha seguía sin ingerir alimento,
cualquiera que la viera la confundiría con un cadáver. P98asaba todo el día
durmiendo.
**…***…**
El doctor caminaba presuroso por los pasillos del hospital
general de México. No escuchó que alguien lo llamaba con insistencia, estaba
demasiado concentrado en sus propios problemas.
Pensaba en Octavio.
¾
Miguel Ángel Necesito que me
ayudes. —Alguien lo detuvo tomándolo del brazo.
¾
Lo siento, ahora no puedo hablar,
tengo que hacer una operación muy importante.
¾
Por favor, tú eres el único que
puede ayudarme —dijo una voz madura y masculina, pero a la vez llorosa.
El medico Rivera detuvo su andar. No podía creer que el
orgulloso de Rafael quintero lo buscara suplicante:
¾
Mi hija está al borde de la
muerte, solo tú, puedes hacerla volver en sí.
¾
No, yo no puedo hacer nada, lo que
necesita es la presencia del hombre que ama.
¾
Pero, Víctor tuvo que ir a
Guadalajara por motivos de negocios.
¾
No hablo de él. Si quieres que se
recupere busca a Danael.
¾
Pero…
¾
¿Importan más tus prejuicios o la
vida de tu hija?
Rafael no supo que más decir, miró al médico alejarse a toda
prisa, le dolía reconocer que tenía razón. Pero no se atrevió a hacer ningún
juicio, dio la media vuelta y salió de ese hospital que tanto había odiado
muchas veces
**…***…**
Rafael no estaba en su casa, Constanza dormía profundamente en su
inmensa habitación, eran más de las doce de la noche, nadie se encontraba
despierto a esa hora, a excepción de un hombre vestido de negro que entraba por
la puerta trasera, uno de los perros lo vio, pero en lugar de ladrar meneó la
cola, este le aventó un hueso de res para mantenerlo distraído. Se encaminó
rápidamente a la habitación de Reyna.
Por unos segundos la miró con ternura
¾
¡Cuánto te quiero! —murmuró, le
dio un tierno beso en los labios, la cargó con suavidad y de la misma manera
que vino se fue con ella. La depositó dentro de un carro de alquiler
marchándose de inmediato.
No fue la mejor manera de hacer las cosas, pero la única
manera que él conocía para estar a su lado.
***—**.**—***
©Alejandrina Arias
(Athenea IntheNight)
Gracias de antemano
por sus lecturas comentarios y/o Criticas. Son todas bienvenidas
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