Sobrenatural: La Mujer De Hielo
Esa noche, Julián
regresó a su casa, pagó su fianza. Alegó con la policía que todo fueron alucinaciones
por exceso de trabajo.
Solo,
desesperado, y confundido, tomó un café. Le temblaba el cuerpo, los huesos le dolían. A
pesar de la calefacción, el frio azotaba sin piedad su cuerpo. A lo lejos creyó escuchar un piano tocando
una melodía suave y cálida, triste y tierna a la vez. Nada de esto le parecía
normal. Pero en estos momentos ya no se hacía preguntas.
—Lo mejor es
que duerma, mañana estaré mejor.
Se desnudó y
se tapó con un grueso cobertor
—Tranquilo, no
te haré daño— creyó escuchar la misteriosa voz femenina.
A pesar de
que siempre fue ateo, cerró los ojos y comenzó a orar. El extraño aroma a rosas
llegó de nuevo, alguien se metió entre sus sabanas y comenzó a besarlo. Abrió los
ojos y aventó a ese alguien. Era la misma mujer de la noche anterior.
—Te dije que
no te haré daño ¿Por qué me avientas?
El científico
no contestó. La chica era hermosa y de piel muy blanca. Su cabello rubio
platinado llegaba a sus piernas. Portaba una diadema dorada, con un rubí
incrustado en el centro. Sus ojos eran azules. La bata semitransparente no le permitía
ver con claridad su cuerpo.
—Haz lo que quieras
—respondió el científico cansado de luchar.
A través de
la ventana, vio un relámpago. Miró de nuevo a la mujer, esta vez se dejó besar.
Su piel era muy fría, sus facciones finas y ojos grandes. En ese segundo lo
ojos de ella brillaron. A lo lejos se escuchaban de nuevo los acordes de un
piano, triste, pero armonioso.
Ya no le
importó ni lo cansancio ni los dolores. Todo parecía aterradoramente celestial,
los ojos de la chica brillaron.
—Ven —tomó su
mano y lo guio a través de una puerta desconocida, que no había visto antes. Embriagado
por este peculiar ambiente. La siguió.
La desconocida
dijo unas palabras que no comprendió. La excitación, el deseo y la ansiedad se
mezclaron. El frio que sentía al tocarla, incrementaba su deseo. La acostó
sobre su cama, y se deleitó saboreando esa piel tan fría como un tempano de
hielo, pero a la vez muy suave. Se atrevió a tocar sus piernas, luego se
deslizó más arriba.
—Espera
Señaló hacia
una puerta azul profundo. ¡Que nunca antes había visto!
—Ven.
Julián ya no
está en su cuarto. Las paredes eran grandes y de color plateado, el piso
blanco. Daba la sensación que camina sobre hielo, pero no se resbala. El mobiliario
le hacía recordar a la época de la Europa Victoriana, pero a la vez, la decoración
era minimalista.
Parecía que se
encontraba en ¿Un castillo? Si miraba
atentamente las paredes, alcanzaba a distinguir su reflejo. La mujer helada le
susurró unas cosas para darle tranquilidad, pero él solo pensaba en poseerla. Lo
guío por una serie de intrincados pasajes y túneles. Hasta que llegaron a una
puerta grande y de madera de pino. La habitación era espaciosa, al fondo estaba
una gran cama decorada con oro y piedras preciosas. Las sábanas blancas estaban
bordadas con flores blancas. Olía a rosas. De nuevo escuchó la melodía del
piano.
Julián se
atrevió a acariciar los cabellos de la dama, los cuales parecieron cobrar vida,
la mujer correspondió al gesto, acariciando su rostro. Se desprendió de su
bata.
—¿Por qué eres
tan blanca? —Preguntó comenzando a acariciarla.
—Porque estoy
hecha de hielo, mi corazón es de cristal y no puedo escapar…
—¿Es algún hechizo?
—No puedo
responder —dijo bajando la mirada.
—Pero ¿Qué
significa la muestra de sangre que recibí ayer?
—Tenía la
esperanza de… no… es mejor es no decir nada.
—Pero…
—¡Calla! No
hagas que todo desaparezca. Mi creación ha sido hecha con mucho sacrificio.
Julián comprendió
que era mejor guardar silencio. Cerró los ojos y se dejó llevar. Su piel se
estremeció ante esos labios atrevidos y apasionados, las manos de ella siguieron
por su cuerpo, las uñas rozaron su cuerpo moreno y delgado dejando escapar
hilos de sangre. Pero eran absorbidos por su lengua.
La intensidad
era tanta que tocaba con lo salvaje. El ambiente era místico, pero no sabía si
era bueno o malo. La melodía lo sumía en una especie de transe hipnótico. Todo era
muy lejano, pero a la vez, formaba parte de su mundo.
Su miembro fue
absorbido por el cuerpo desesperado de la chica. sintió sus dientes perforar su
cuello. La erección de él era total. Los espasmos se acercaban con velocidad. La
sangre salió junto con su semen, bañando su útero.
Julián se desvaneció.
Todo desapareció, el tiempo se movía lentamente. Despertó con dificultad,
estaba débil, como pudo miró a todos lados. No vio a “ella”, tampoco el
castillo, ni sentía frio.
Solo
Estaba en su
cuarto, desnudo, con la cabeza a punto de explotar. Sus recuerdos eran nítidos,
lejanos.
Se levantó
como pudo, poco hacía falta para que cayera. fue a verse al espejo, no había
huellas de nada.
¿Todo fue
acaso un sueño? En la esquina de su mesa de estudio estaba una rosa blanca. En un
pequeño papel estaba escrito:
“Nerea”
¿Era acaso su
nombre? Miró al cielo, recordó a la extraña mujer con la que compartió sus
deseos, su sangre y su semen…
A lo lejos la
música de un órgano dejó de sonar y la mirada triste de una mujer dejo de
brillar:
—Discúlpame
por robarte tu vitalidad, es la única manera que tengo para sobrevivir… Aunque—
Hizo una pausa— debo buscar a otra víctima. Para no matar a nadie.
Desapareció
en ese momento, convirtiéndose en una estrella negra.
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