NOCHES DE LUNA LLENA
Lizet vivía
muy feliz a sus 30 años de edad. Todo en su vida estaba a las mil maravillas:
Una posición económica estable, enamorada de su esposo Leandro y una vida
social moderada, sin llegar a ser nula. Se conocieron hace cinco años y como si fuera
amor a primera vista, pronto se casaron y hasta la fecha han permanecido sin
hijos.
Leandro 2
años mayor que ella, trabajaba como profesor en la preparatoria pública del
estado. Como todo buen licenciado en filosofía, amaba el libre pensamiento y
pasaba todo el tiempo que podía leyendo. Su única familia era su esposa. Sus
padres fallecieron cuando él era niño. Aldo Su único hermano falleció hace poco
menos de diez años en un accidente automovilístico: Un golpe en la cabeza acabo
con su vida al instante.
Ya próximo
al aniversario de este acontecimiento. La nostalgia invadió a Leandro. Era muy
de noche, sin poder conciliar el sueño. Tomó
la fotografía de Aldo, duró varios segundos con la mirada perdida. ¡Los
recuerdos a pesar del tiempo no habían
desaparecido!
—Tranquilo
mi amor— Lizet lo abrazó por la espalda— Estoy segura que descansa en paz.
—¡Ojala
pudiera estar seguro de ello. ¿Y si vamos a una sesión espiritista?— Preguntó
en un arranque de tristeza.
—Tú no
crees en esas cosas.
—Hoy en día
no se puede estar seguro de nada.
—¡Leandro!
Lizet lo besó
con ternura. No creía en nada de eso. Pero el marido siguió insistiendo.
—¿Qué tal
una sesión de sexo para menguar tu tristeza? — Agarro sus manos Atrayéndolas
hasta su trasero. El las magreó, besó su boca con intensidad.
La lujuria
no tiene por qué estar peleada con la depresión. ¿O sí? Sus labios se posaron
sobre la ardiente piel de su esposa. En pocos segundos el cuerpo desnudo de la
mujer era bañado por los rayos de la luna. Mientras que las manos sensuales y
locas de su marido, escudriñaban todo ese portentoso cuerpo para si mismo. El
orgasmo no se hizo esperar y en un grito llamando a la pasión los dos
explotaron en su ser.
La
seductora terminó seducida ante las insistencias de su marido: Aceptó. “Por amor se es capaz de hacer muchas cosas”.
El día del
décimo aniversario, marido y mujer entraron a un salón espiritista. La ansiedad
desfilaba del lado de él, y la incredulidad por parte de ella. El ambiente de
ese lugar era extraño. Adornado con toda clase de tapetes y cojines coloridos.
Las imágenes sagradas no podían faltar. Algunas eran conocidas. Pero otras
figuras eran desconocidas para Lizet. Quien aferrada a la mano de su marido, apreció
ese enigmático lugar. Decorado en exceso y con poca iluminación para su gusto.
La anciana espiritista
tenía una voz que inspiraba misticismo. Su indumentaria era igual de peculiar
al lugar. Pero al mismo tiempo ponía nerviosa a Lizet. La adivina miró
fijamente a la pareja.
—Ustedes
son una pareja vieja. No es la primera vez que han estado juntos.
—Gracias—
Sonrió Leandro
En cambio
Lizet no pudo evitar una mueca de incredulidad. La anciana lo notó pero no dijo
nada.
—Préstame
tu mano— Pidió la señora al Lic. en filosofía. — Estas líneas me dicen que tu
hermano no te ha dejado solo. Pero ten cuidado con querer ver lo que hay más
allá del mundo de los muertos. A veces es mejor dejas a los espíritus en paz. Y
sobre todo ten cuidado en lo que quieras invocar. Los espíritus a veces se
disfrazan de otras cosas que tal vez no te gustaría ver
—Pero yo
quisiera saber de mi hermano. Últimamente he tenido sueños extraños
—Yo no
estaría segura de ello. Si quieres te puedo hacer una exploración más profunda.
—Prefiero
que intente contactarse con él— Insistió
La plática
entre los dos siguió. Eleonor, quien así se llamaba la espiritista. Dio una
lectura más profunda a su cliente.
—Tu alma es
muy vieja. En vidas anteriores disfrutaste un gran y pasional amor. Hubo
traición, amaste, fuiste amado. Pero un tercero en discordia llevó la traición
a ustedes— Miró a Liz y dijo— La mujer a la que amaste murió trágicamente.
— ¿Cómo fue
mi muerte?— preguntó la susodicha con una sonrisa de incredulidad.
—Te ríes de
todo esto— Respondió la adivina sería— Pero hay fuerzas desconocidas más
fuertes de lo que te puedas imaginar. Si no tienes cuidado, tus pasiones pueden
envolverte en algo peligroso
—¿Qué más
ve?
La pitonisa
tomó su mano, después de un análisis dijo —No lo sé, ya no pude ver nada más.
Lizet se
inquietó por la profunda mirada de Eleonor pero guardó silencio. La sesión
siguió con el intento de invocación de Aldo el hermano.
Coincidentemente
era noche de luna llena. Mientras mas avanzaba la sección Lizet más pensaba en
las palabras de la espiritista. En ocasiones creía imaginar a su antiguó amor.
Un hombre fornido, de facciones fuertes y piel color canela. Ese pasado amor
tuvo que ser tan fuerte como para llevarlas a pasiones fuera de lugar. Su mente
divagaba y en ocasiones hasta se olvidaba de donde estaba.
La sesión
espiritista continuó. A Lizet parecía que el tiempo iba muy lento. Pero Leandro
esta intranquilo, no aparecía nada de su hermano, y eso no le gustaba. La
presencia de Aldo no llegaba. Además Lizet estaba en su propio mundo.
Sensaciones
y deseos extraños se apoderaron de la chica. Intentaba sin éxito concentrarse. Una corriente eléctrica la envolvió. Un fuerte
ventarrón acompañado de una oleada de frio. Hizo que la chica sintiera deseos
de abrazarse a su esposo.
—Parece que
Aldo se niega a entrar en comunicación— Dijo Eleonor
El viento
helado continuaba, ruidos extraños siguieron.
—Puede ser
que su hermano este molesto con usted— fue la única conclusión a la que llegó
la espiritista.
Una
sensación muy rara llegó la chica. Era como si… algo
frio y raro se introdujera dentro de ella, creyó escuchar una voz que le
hablara a lo lejos la melodía de un piano le parecía maravillosa, casi de
manera imperceptible. Pero ante tanto viento y ruido en el medio, concluyó que todo
era producto de su imaginación.
Por fin la
sesión terminó sin éxito Los dos se fueron desencantados a su casa. Contra las
creencias de la misma Lizet, salió de ahí asustada. La mujer que no creía en
nada. No podía permitirse el lujo de creer en esas “fantasías”.
A la mañana
siguiente una gran pesadez envolvía a la escéptica mujer. Le era difícil moverse
y concentrarse:
«Es como si
algo o alguien estuviera dentro de mí» se dijo mirándose al espejo «Tal vez el vino de anoche me cayó pesado»
Le era muy
difícil hacer cualquier, desesperada estuvo a punto de hablar a su médico. Pero
al mediodía, de la misma manera que vino. Esa extraña sensación se fue. Pero no
la angustia.
En la noche
cuando volvió el marido del trabajo. Se encontró a su esposa a la mar de
triste. Un beso no fue capaz de devolverle la alegría tan característica.
—Nunca
quiero volver a ir con una espiritista— dijo ya que estaban en la intimidad.
—No
hablemos de eso ahorita. Quiero amarte a mi manera.
Besó sus
labios a la vez que desabrochaba su blusa. Le encantaba ese juego erótico en
donde su piel iba quedando al descubierto. Sus manos heladas tocaban esa piel aterciopelada, pero más le gustaba
sentirle gemir y estremecerse mientras ese deseo la estrujaba a su cuerpo…
La pasión
se incrementaba de una manera salvaje y casi bestial. Las caricias eran
pequeñas torturas que volvían loca de placer a la hembra. Quien estaba
disfrutando tanto, que no reprimía ningún grito. Caricias y palabras salvajes
no faltaron.
—¡Quiero
hacer por siempre el amor!— Gritó Leandro Eufórico mientras descargaba su deseo
en el interior de su amada.
«En cambio yo… Siento todo tan parco y diferente»
Pensó Lizet mientras correspondía en la
sesión de caricias pos sexuales.
«Quise ser
salvaje y así lo hice. Me gustó y mucho. Entonces… ¿Por qué ese vacío? Tal vez
es el cansancio o el estrés. No puede ser otra cosa. Ya que él y yo nos amamos
con pasión.»
En la noche
Lizet ya había olvidado el incidente. Durmió plácidamente:
—Liz
despierta-
—¿Qué pasa?
— Miró para todos lados y solo estaba su marido desnudo… sintió como si algo le hubiera hecho falta…
—Amor ¿Qué haces
despierta? Es la una de la mañana — Esos brazos apiñonados la abrazaron con
fuerza para terminar acariciando sus senos.
—No lo
hagas por favor— se quitó las manos con tristeza.
Pero él la
ignoró, su mano se deslizó hasta el
monte de venus, moviéndose suave y delicadamente.
Ante estas
caricias era imposible ceder, se dejó llevar por la maestría de esa mano que
ahora tocaba el punto más delicado de su piel. Si en ese momento estallaba.
Todo habría valido la pena. La mano húmeda de él se restregó en los labios de
ella. La cara de los dos irradiaba tanta pasión. En ese momento la lujuria contenida explotó al unirse los
cuerpos y las piernas de ella rodeando su cadera.
El
encuentro fue brutal. Muy apasionado. Y esos fluidos que corrían en el interior de
ella…
Leandro cayó
rendido, dos encuentros sexuales y apasionados en el mismo día lo tenían loco
de contento, pero cansado. Durmió plácidamente. En cambio Lizet tenía una
tristeza contenida ¿Por qué ver a su marido dormir desnudo ya no le causaba
nada?
«El vacío está
volviendo ¿Qué está pasando? Otra vez… después del sexo me siento desolada y
extraña ¿Por qué? »
En el
interior de su cuerpo, había una llama era como si quemara. Era tanta la incomodidad
que tuvo que darse una ducha profunda…
El ardor se
fue…. Otra vez… había una sensación extraña, era como un ente que controlaba
todo… una fuerza extraña… pensamientos desconocidos “algo”
«¿Aldo?
¿Por qué estoy pensando en él?»
Fue al
estudio. Sin siquiera secar su cuerpo. Sacó uno de los álbumes y entre todas
las fotos familiares, divisó a su cuñado. Se recreó con su presencia.
«Creo que
esta fotografía es de una semana antes de morir»
La
sensación se agudizó. Sentía que de alguna manera “le hablaba”. Miró con atención la fotografía y se recreó con
la imaginación que le daba su cuerpo. Quisiera acariciarlo, sin saber
exactamente porque, su dedo índice recorrió lo que sería su cara. Al mismo tiempo
parecía que algo la acariciara a ella. Unas caricias indefinidas, una sensación
que le recorrió su cuerpo desnudo, mientras que ella se deleita mirando la fotografía
de Aldo….
Una
exclamación salió. Su desnudes de nuevo tomó calor. Las caricias a la
fotografía siguieron. Una mano la tocó. Haciéndola brincar de gusto y de
placer. Bueno… eso ¿lo imaginó?
La fuerza
sobrenatural se hizo fuerte, ¡Habitó su mente!… Era como si de alguna manera
ella pensara y a la vez conviviera con esos pensamientos ajenos. La pelea ente
su propia razón y la lógica visitante. La hicieron estallar. Con una ansiedad
creciente corrió al cuarto que era de Aldo. Lizet perdió ¿O ganó?
Esa
habitación nunca era visitada por nadie. Por lo mismo tanto polvo y moho. No
eran de extrañarse. Lo que al principio fue recelo, después se tornó en una
aventura misteriosa donde ella era protagonista y el títere a la vez.
Las huellas
de su desnudez se marcaban a cada paso dado. Como una autómata examinó todo
acercándose a la cama. Una piel recién bañada, desnuda y provocativa se
acercaba a algo desconocido, se sentó, se recostó. Al contacto con el polvo la
hicieron ver… Extrañamente ¿Fea? ¿Provocativa? ¿Normal?
Lizet
contempló, la aparentemente cama invisible con deseo y provocación. Junto a
ella la cama se marcó como si alguien más estuviera sobre el colchón.
Instintivamente
su mano recorría su silueta. Sentirse sensual y apasionada era algo que la
volvía loca. Tres veces en un solo día. Estaba cansada, pero no le importaba
Solo quería
disfrutar y hacer regocijarse a “eso”. El. Transe era inmenso, llevada por “un
impulso” tomó una de las prendas de su cuñado que quedaron guardadas. Con ellas
comenzó a acariciar su propio cuerpo: Desde su cuello hasta por debajo de su
vientre nada dejo de ser tocado. Esa flor misteriosa y húmeda que guarda en su
interior la hacía gemir de placer. Más de un dedo fue capaz de traspasar su
feminidad.
Pero no era
ella sola. Había un sopor que la acariciaba, una sensación que era como un baño
de ternura y pasión, de viento y fuego. ¡Si Lizet estaba siendo poseída, quería
estar así toda una eternidad!
Esas
sensaciones la sofocaban de armonía y pasión. La intensidad era tal, estaba ya
por desfallecer.
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