CAMINANDO EN LAS NUBES, CAPITULO 1
Sus pies temblaban con cada paso que daba, el bastón sentía
se le resbalaba, pero lo tomó con fuerza. Sudó frío y solo de sentir la mirada
fija de su joven y atractivo profesor la ponía aún más nerviosa.
—Sigue, solo te hace falta un metro.
“¡No puedo!”. Quiso
responder, pero sabía que eso le costaría una reprimenda de él.
—Solo toma el libro y tráemelo —escuchó la orden suave y
calmada.
Por fin sus pequeñas manos blancas, agarraron el pesado libro, lo apretó a su pecho
y comenzó a caminar hacia su destino. Esos cinco metros que la separaban de su
profesor, le parecieron kilómetros.
Una lágrima se resbaló, pero, las palabras de aliento de él,
le devolvieron la sonrisa. Animada regresó a su lugar.
—Ya estoy lista para que continuemos la lección —dijo
agitada.
—Ya ha terminado por el día de hoy —dijo Danael, mirándola a
los ojos
—¿Cómo? —Preguntó asombrada— ¿Para qué querías que fuera por
el libro?
—Para demostrarte que podías hacerlo. —Sonrió, mientras
tomaba sus cosas—. Eso era lo que quería que aprendieras.
El profesor de veintitrés años, sonrió y besó la frente de
su alumna. Cerró la puerta dejando a una muchacha sorprendida y aun
temblando.
—Pude… hacerlo… yo sola. —Fue su último pensamiento antes de
comenzar a llorar
*****
Cuando nació Reyna, todos creyeron que moriría. Era muy
pequeña, estaba pálida y respiraba con dificultad.
—No pasará la noche —susurró con tristeza la matrona.
Pero, pasó no solo una, sino muchas más. Aunque no
recuperó su salud en su totalidad. Desde
que comprendió sus límites su mayor apoyo fue Julieta, y Rafael, sus hermanos
mayores. Para su desdicha nunca fue tan
bella como su hermana o tan inteligente como el primogénito. Al menos esto era
lo que decía su padre. Autoritario y serio como nadie, orgulloso de sus logros
y empeñado en escalar socialmente a cualquier costo.
Cuando los niños comenzaron a crecer, los planes de Rafael
Armenta, el pilar de la familia, parecía que iban muy bien, su hijo mayor saco
su destreza con los números y las matemáticas, mientras que la hija mayor fue
gratamente comprometida con Octavio el hijo de un gran amigo y médico de
cabecera Miguel Ángel Rivera.
Pero, con la más
pequeñita, todo era más difícil, parecía que su suerte le jugaba mal: caminaba
solo con ayuda de un bastón. Las miradas hostiles y burlescas no se hicieron
esperar Algunos decían cosas crueles,
y otros trataban de no decir nada, pero hacían un gesto hacía al verla.
Pero Rafael no pensaba nada malo, y menos Constanza su
madre, los dos la querían y protegían conforme podían. No dejaban de admitir
que tenía algo que era muy diferente, la llevaron con diferentes doctores, y
ninguno la pudo curar.
Pronto los niños comenzaron a ir a la escuela. Una tarde,
Reyna quiso unirse a los juegos, pero cayó abruptamente. Todos se burlaron,
rompiendo con esto, la frágil autoestima que tenía.
Constanza completamente conmovida logró convencer a su
marido de sacarla del colegio y darle clases privadas. Sus recursos económicos
lo permitieron. Mientras los mayores iban a la escuela como todos los de su
edad. La pequeña Reyna pasaba sus tardes encerrada y lejos de las mofas de los
demás, simplemente por “no por no poder hacer nada con normalidad”
Los años siguieron pasando. Reyna pasaba las horas con sus
maestros privados y las tardes con sus hermanos, quienes aprendieron a verla
con cariño y respeto. Pero a pesar de los esfuerzos de su familia la niñita no
podía ser completamente feliz.
—Una debilucha, una carga, soy solo eso y nada más.
Nunca le permitían caminar grandes distancias, ni hacer nada
por ella misma. Se pasaba el día soñando, dibujando, a veces pintando o
escribiendo en su diario. O lo que más hacia era crear pequeñas y hermosas
poesías
Pero las noches eran suyas, cuando nadie la cuidaba,
cuando las tinieblas la cubrían de las
miradas prejuiciosas. Era cuando su imaginación volaba, cuando su pluma cobraba vida. Viajaba a uno y otro paraíso construido
por ella. Donde además era ella la dueña y señora de todo el lugar.
Cuando tenía 12 años de edad, una vez salió con su familia
de paseo al campo. Sus hermanos corrieron y jugaron de lo lindo. Mientras que a
Reyna no le quedó de otra más que sentarse con su madre y las amigas de esta.
La plática estaba tan interesante que poco a poco dejaron de prestarle atención
a la niña.
Reyna aburrida, comenzó a
interesarse en un grillo, como
pudo lo fue siguiendo, hasta unas
malezas frondosas, desde ellas salió un jovencito, todo sucio y andrajoso, de
primero ella se sobresaltó, pero él, con una gran sonrisa le regaló una bella
flor silvestre, a ella le pareció lo más hermoso que le pudieran dar. Platicó
un largo rato con él.
—¿Por qué platicas conmigo si tengo un defecto —suspiró.
—Yo no veo ningún defecto, solo una persona hermosa.
—Mentiroso.
—¿Por qué? Si lo que digo es lo que veo que con sus
diferencias puede cambiar al mundo.
Reyna rio por no llorar—. ¿Cómo te llamas?
—Todos me dicen Dan.
No fue la última vez que lo vio, alguna vez, imaginó verlo
como jornalero en los campos de su padre. Pero desgraciadamente ya no pudieron
hablar. Meses después incluso dejo de verlo.
Pero eso bastó para que recuperara la alegría que desde hace
mucho no tenía. Por fin había alguien
que la miraba a los ojos y no a su pie.
El tiempo siguió su curso. Reyna cumplió dieciocho años. Con
tantos cuidados en su infancia y adolescencia se convirtió en alguien muy
frágil e insegura. No se creía capaz de realizar su mayor sueño y convertirse
en abogada, porque sus padres le decían:
—¡No puedes!
Lo peor es que ella les terminó creyendo. Se volvió una
jovencita muy seria y solitaria, prefería pasar todo el tiempo soñando, sola,
escribiendo o pintando, que convivir con
cualquier persona que al final la hacían sentir mal.
*****
—Ya Hoy es viernes, recién comienza la mañana —gritó con
jubiló—. En unas cuantas horas comienzan mis clases. — Julieta la miró risueña:
—¿Desde cuándo te importan tanto?
—Bueno… tú estás todo el tiempo platicando con Octavio, y mi
hermano se fue a trabajar a otra ciudad, no tengo nada más que hacer
—Sí, y sobre todo que el profesor esta muy guapo —dijo entre
unas risillas.
—¡Hermana! —protestó entre juegos, mientras la mayor se
alejaba de su cuarto, pensando en sus propios asuntos: Octavio, quien ya le había
dicho que no estaba interesado en ella, como pareja.
Reyna estaba sola en el estudio, contempló el jardín, en
cualquier momento vendría su nuevo maestro. Por su ropa se veía que era
humilde, aunque siempre estaban impecables y vestía lo más formal posible. Era
delgado y un poco más alto, ninguna de sus características llamaba fuertemente
la atención, pero tenía algo que le agradaba. Tal vez su manera de hablar, o
tal vez su manera de2 tratarla, que
siempre la miraba a la cara. Y sobre todo. Le decía que “podía hacerlo”.
—¡Danael! —suspiró.
Se fue a la biblioteca de su casa. Era ahí donde tomaba las
clases, su maestro no tardaría en venir. El canto de las aves la distrajo.
Abrió la ventana para escucharlos mejor. El viento golpeó su cara. A ella pareció
no importarle. Se concentró de nuevo en los pájaros. Mientras unos cantaban,
otros volaban. ¡Como lo disfrutaban!
—¡Ojala yo también pudiera hacerlo!
Todo en conjunción era una alegre sinfonía de sonidos y colores que suaves se confundían y estremecían
con el todo. Feliz comenzó a canturrear
una canción que solo ella entendía.
En ese momento, era ella y nadie más. Sus manos volaban y
hacían piruetas que solo en sus sueños podía hacer. ¡En ese momento no tenía límites!
El tiempo seguía su curso, Danael entró sin hacer ruido,
cerró la puerta con cuidado. Su traje como diario, no era ni tan fino ni tan
elegante como el hermoso y frondoso vestido de ella. Fascinado miró sus risos
castaños caer por sus hombros. Su frágil cuerpo, también le llamaba la
atención. Simplemente con la medida exacta.
“Qué más da que no sea como las demás. Su diferencia es lo que la hace más bella y especial”.
Se recargó sobre la pared, sin poder evitar compararla con otras
mujeres. Ella era ingenia, dulce,
bondadosa y desgraciadamente insegura. En
cambio la mayoría de las mujeres estaban más concentradas en la moda y en la
belleza, y porque no decirlo, en cosas más banales. ¿O tal vez, eso era lo que querían
los medios que pensaran? En cambio Reyna era bella y simpática por sí misma,
detrás de sus miedos había una chica valiosa, solo necesitaba pulirla. De eso
él se encargaría.
Su cuerpo también le gustaba, incluso ese gran “defecto” que
los demás veían con desprecio: Tuvo un accidente a la hora de nacer, nada de
eso era su culpa. La sociedad la juzgaba y condenaba cruelmente.
“Los prejuicios y la ignorancia estaban haciendo estragos
con ella” comenzó a reflexionar “No tiene
ningún desperfecto, simplemente es bella y especial a su manera”.
La muchacha cantaba y el maestro la apreciaba.
*****
En otro punto de la casa, mejor dicho en uno de los
jardines, se encontraba Julieta, cultivando
una de sus rosas.
—Hola —saludó un muchacho de cabellos castaños y ropa fina—.
¿Cómo está mi prometida?
—¡Octavio! No te esperaba. Es muy temprano y…
—No está de más, venir a saludarte, recuerda que eres mi
mejor amiga.
—Sí, es una lástima que tengamos que casarnos a fuerza, pero cuéntame ¿Cómo te va con María.
—Hoy no la fui a ver —dijo con desdén—. Desde que te
platiqué de ella, siempre preguntas por ella.
—Creí que…
—Es mejor hablar de cosas más interesantes ¿No crees? El fin de semana vendrá la
orquesta sinfónica ¿Te gustaría ir? Podemos ir con Reyna y tus padres.
—Sí, les preguntaré.
Se despidieron con un escueto beso, tan frio como sus
propios corazones. Octavio algunas veces ha intentado disolver su compromiso,
cosa que no ha podido.
“Me gusta estar con ella” piensa “pero no es suficiente
“Que lastima que no le interesó yo” suspiró Julieta “Él si
me interesa mucho”
***-**.**—***
Él la besó con mucha pasión, con esa fuerza y ese amor que
nunca le demostraría a su esposa. Ese acto, se prolongó por mucho, mucho
tiempo. La oscuridad era la única guardiana de ese peligroso, aunque bello y
sincero gesto. Pero, sobre todo prohibido: Los dos estaban casados y con hijos.
La abrazó, sus manos lucharon por tocar toda su piel, ella
murmuraba palabras de amor, y él las repetía con más fuerza.
Su boca llegó a su cuello.
—¡No! —se quiso zafar de los brazos de su amante, pero él
lucho por no soltarla
—No te vayas, no ahora que me ha costado mucho esfuerzo
tenerte conmigo
—Pero tú la tienes a ella, es de mucha mejor clase y tiene
un hijo tuyo.
—No te compares con ella, por favor. Mi amor, tú lo sabes,
porque te lo he demostrado que te amo.
La hizo sentarse en un sofá y tomo sus manos:
—No es necesario que tengamos sexo, solo quiero tu compañía.
Lo dijo con un dejo de dolor. A veces parece que te acorralo, sin embargo solo
quiero estar contigo.
—Las cadenas de la sociedad.
—¡Cadenas que tú sola te has impuesto! Por miedo a luchar.
Sabes que termine mis estudios y te busque como un loco. Pero tú habías huido,
embarazada, de nuestro hijo.
—¡Nunca te he dicho que es tuyo!
—Nunca, pero recuerda que yo sé contar,
La mujer no dijo nada, se llevó las manos a la cara y empezó
a sollozar:
—No me obligues a decir nada por nuestro propio bien, que he
de confesarte que ese niño es lo más hermoso que tengo en la vida.
La pasión ante esas declaraciones dejo en silencio a ambos,
lo que se pretendía que sería una velada amorosa, se transformó en una plática
muy agria, en donde solo se asomaba un gran dolor.
—¡Quiero divorciarme de mi esposa! Y quiero que tú hagas lo
mismo con tu marido. Quiero casarme contigo y que tu hijo sea mío, ya sea que
tenga mi sangre o no.
—Lo que quieres es muy arriesgado.
—El que no se arriesga no gana.
La plática terminó en esos momentos, de nuevo la besó con
mucha pasión y su mano fue capaz de llegar más abajo. El vestido de ella cayó,
descubriendo una piel aceitunada, que era acariciada con ternura. Sus labios
rojos parecían devorar la boca ajena.
Entre suspiros y jadeos, los dos llegaron al éxtasis.
—Recuerda que tú has sido mi único amor. Recuerda que nos
divorciaremos para estar juntos
***-**.**—***
—…Divorcio, divorcio —murmuro Miguel Ángel Rivera, quien
hablaba con su amigo de años Rafael. Si el amor no se da en un matrimonio,
puede ser necesario.
—Tus ideas son peligrosas, tanto como para deshacer una
familia.
—¿Y un matrimonio arreglado no lo es?
—¿Insinúas algo en específico?
—En absoluto. Solo pensaba en cosas del pasado —Su mirada se
perdió en sus recuerdos. Rafael lo miró con lastima. De no ser por su gran prestigio
como médico. Su reputación se hubiera venido abajo.
Sí, aquel gran escándalo, casi destruyó al médico, lo más
raro es, que eso pareció no importarle. Siempre tan calmado y tan serio, tan
justo. Pero, tal vez no lo era tanto. Pues destruyó una familia. La suya
Danael siguió mirando con una gran admiración a Reyna, parecía
sumamente hermosa y esplendorosa Desde hace más de seis meses que trabajaba
como su profesor de ciencias. Además, se le daba bien el dominio de las artes:
solía tocar el violín y leer poesía.
Reyna dejó de cantar, miró hacia la puerta y para su
sorpresa estaba su profesor contemplándola. Los nervios se apoderaron de ella.
Incluso estaba por perder el equilibrio, pero él la tomó en sus brazos y la
ayudó a acomodarse en el sofá.
—Cantas maravilloso
—No diga eso, que es solo compromiso
—Entonces, deja comprometerme y escucharte de nuevo.
—Sí, como a una atracción de feria.
—¿Atracción de feria? ¡Como osas burlarte de ti misma, eres
cruel, y lo peor es que es hacía ti! Si autodestruirte te complace yo no seré
testigo de eso.
La miró con un profundo gesto de decepción.
—Perdona, yo...
—Calla —Le pone un dedo sobre sus labios—. No sabes amarte a
ti misma, nadie te ha enseñado. Pero es hora de que yo comience a hacerlo
contigo.
» Cada que digas algo
negativo de ti misma, sabes que te pondré una plana para que escribas 500 veces
lo bella y hermosa que eres
No puede evitar sonreír—. Gracias.
—Nada de gracias, es mejor que tomes el papel y empieces a
escribir—
Una extraña sensación de tristeza se apoderó de ella:
—Es difícil.
—Lo sé, tu mente no está acostumbrada a ello.
—No lo quiero hacer.
—Dilo otra vez y lo harás mil veces, hablo en serio.
En medio de esa extraña discusión, a la jovencita no le
quedó de otra más que hacerle caso. Cuando por fin terminó, estaba cansada,
tanto de su mano, como emocionalmente.
Agotada se recargó en su silla
—Como quisiera ser capaz de ir a tomar un poco de aire
fresco y descansar
—Claro que puedes hacer, los rayos del sol te harán mucho
bien, solo déjame preguntar a tu madre si podemos ir al jardín de su casa
—Oh Danael ¡sería maravilloso!
La muchachita llevada por la emoción, da un paso despistadamente,
tropezó en una silla, por la confusión sintió que todo le daba vueltas ella.
Trató de levantarse pero no pudo.
—Tranquila, yo te ayudo.
Los movimientos de ella
fueron aún más torpes, no cooperaba. Danael tuvo que abrazarla para
ayudarle a levantarse, el calor de él, hizo que ella se reconfortara, recargó
su cabeza en su pecho.
—No te retires por favor.
—No lo haré nunca —dijo, los movimientos se hicieron lentos,
embriagado con su perfume, quiere seguir percibiéndola.
—Sera mejor hoy no salgamos, prefiero quedarme aquí y…
—Aquí nos quedaremos
El la ayudó suavemente a recostarse sobre un camastro,
acomodó sus pies, los froto delicadamente. Reyna no sabía que decir, ese masaje
la transportó al paraíso.
— Espero con esto menguar un poco el dolor
—Claro que sí, pero abrázame, solo así me sentiré segura.
Desvió su mirada nervioso, si lo hiciera y lo descubrían, sería
muy mal visto
—Reyna permíteme que vaya por una de tus historias favoritas
—Como tú gustes. — ella volvió la cabeza y comenzó a
sollozar
—¿qué te pasa pequeña? ¿Acaso te dolió mucho el golpe?
—No, no es eso, es solo que soy una torpe, no sirvo para
nada, me lo han dicho tantas veces. Y por si fuera poco, tú me niegas un abrazo
que podría arreglarlo todo.
—No Reinita, no digas cosas malas de ti, te lo han dicho
tantas veces que te lo terminaste creyendo. Y el abrazo, si tus padres nos
descubren, la imagen de ti se vería seriamente afectada.
—Pero… mira por ejemplo a mi hermana —dijo señalando a
través del jardín—. Ella tan feliz que es moviéndose de un lado a otro, ya
corre y es muy feliz con Octavio su novio. Mi hermana es realmente feliz.
—Es feliz, no digo que no, pero si tú lo quieres, serás más.
—No es tan fácil —dijo en medio de un hondo suspiro—. Yo soy
una pobre tonta sin amor y sin nada, todos me miran con lastima
—¡No! — La reprendió Danael con firmeza—. Hay muchos hombres que quieren y
se morirían por estar contigo…
—Dime al menos uno….
—Debe de haber más de un nombre. —Se mordió la lengua— Tal
vez es tan tímido que no se anima a decírtelo
En medio de una mueca de dolor, ella quiso seguir hablando,
pero él le tapó sus labios con sus dedos.
—Lo que tú pienses se hará realidad, así que ten mucho
cuidado. —Mientras hablaba le limpiaba el rostro,
Se sentó junto a ella en un camastro. Por fin se animó a
darle ese gran abrazo, que no solo ella deseaba. Estaba prohibido, pero en ese momento la
necesidad emocional de ambos era más grande. No había palabra más valiosa que aquel
silencio que envolvía a los dos jóvenes.
Los prejuicios sociales eran grandes en las primeras décadas
del siglo XX. Sobre todo a la familia Quintero, pero las ideas
revolucionarias de Danael amenazaban cambiar las ideas de Reyna. Esa mujercita le
importa más de lo que decía. Pero cuando ¿Desde hace seis meses, o más tiempo?
©Alejandrina Arias (Athenea IntheNight)
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