Inconcluso.


(Relato Gay)
Era una noche lluviosa, por mi mente desfilaba el cuerpo desnudo y blanco de mi mejor amigo. Fue mío, hace algunos años cometimos el pecado de amarnos. Era nuestro secreto:
Su miembro conoció mi boca, introducirme en sus entrañas desató los infiernos, pero me llevó al cielo. Fueron pocos minutos, pero conocí el paraíso.

Su cabeza descansó en mi brazo, al día siguiente me iría lejos. No hubo ninguna propuesta, ninguna promesa. Solo un:
“Adiós, regresaré pronto.” 

Exhale una última humarada de mi cigarro mientras sonaban los últimos acordes de la guitarra de Sid Vicious. Miré la botella de tequila a medio terminar.

La melancolía fue convirtiéndose en excitación, el pantalón comenzó a apretarme. Tan fácil que sería abrir el cierre y acariciarme en su honor.  Mi mano comenzó a moverse al ritmo de la canción, pero luego siguió el ritmo de mi propia excitación.



—¡No soy satanista! —dije con actitudes majaderas al sacerdote de mi pueblo natal. No comprendí en ese momento, que su consejo “puritano” no era tan malpensado como yo creía. Simplemente era eso “moral religiosa”:
—Hijo mío, vístete de una manera que agrade al señor, además tu cabello es demasiado largo —dijo mirando mi playera negra y mis botas gruesas del mismo color. Mi pulsera y cadenas de metal no creo que le agradaron tampoco.
—Usted trae un vestido y nadie le dice nada ¿Es acaso porque es blanca? —Mi gesto lo enfureció. Salí de la iglesia dejándolo a la mitad de su sermón. Estaba seguro que para él tenía ganado el infierno.

—Hola Alicia —saludé ceremonioso a mi antigua amiga de preparatoria.
—Hola Andrés ¿Y ese milagro? —dijo mientras recorría con la mirada toda mi fisonomía.
—Vine unos días a saludar a mi familia, pero al parecer no fue lo mejor. 
Se turbó un poco.
—No es que este mal, lo que pasa es que… mírate cómo estás vestido, es raro.
—Para mí no lo es
—¿Por qué te vistes así?
—Simplemente porque me gusta.
—Sí, ya veo. Se nota que tus aires de protagonismo no lo has perdido.

Reí estruendosamente—. ¿Importa más como me vista que lo que haga?
—Lo siento, pero… mírate.  
Hice un gesto de desagrado—. ¿Has visto a Mario?
—Andrés… yo…
—No te preocupes —la interrumpí—. ¿Has visto a mi mejor amigo?
Guardó silencio. Entendí que lo mejor era irme, subí a mi auto y me alejé.

¿Por qué regresé? La actitud de Alicia y la del sacerdote me hicieron darme cuenta todos en el pueblo pensarían igual. Importaba más como me vistiera que cualquier cosa que hubiera logrado.

La pregunta retumbaba en mi cabeza: ¿Por qué volví?

Sin darme cuenta llegue al rio. Me senté en una de las rocas, automáticamente mi mente recordó la última vez que estuve ahí:


Estaba cansado de trabajar en el campo todo el día, solo quería descansar un rato. Unos ruidos llamaron mi atención. Juan y Carlos, dos amigos míos, se bañaban en el otro extremo del rio. Estaban desnudos, sus cuerpos muy juntos, se besaban y acariciaban, era una mezcla de cariño y ternura.  

Aunque el agua llegaba a sus cinturas; por el movimiento de sus cuerpos me di cuenta de lo que estaban haciendo.  Los ruidos que provocaron me transportaron a otro mundo. El cuerpo regordete de uno y el musculoso del otro, hacían un espectáculo raro. En ese momento comprendí porque no me atraían las chicas.

Tenía dieciocho años recién cumplidos, en unos meses me iría lejos, a la capital a estudiar. mis amigos tenían veinticinco aproximadamente.

Así que eran ciertos los comentarios sobre ellos, eran unos… no, yo no repetiría esa palabra. Al día siguiente me encontré a Juan, caminaba de manera diferente. Me saludó, pero bajó la cara, alcancé a ver que tenía un labio hinchado.
—¿Qué te pasó?
No me respondió. Veinte horas después, fue internado en el hospital. Su padre dijo que lo arrastró su caballo. Lo que nadie pudo explicar fue porqué su pie estaba amarrado a la silla del animal. De Carlos ya no supe nada.

Varios meses después me fui a estudiar a la ciudad. Encontré un empleo de medio tiempo, en la tarde estudiaba la carrera de “Contador Público”.  Si antes era de pocos amigos, en esa época fui peor.  Cuando no trabajaba, estaba estudiando, me convertí en el mejor en la clase.

De vez en cuando pensaba en Mario, mi mejor amigo. Tardé seis años en tener valor para hablar con él, lo único que me faltaba era encontrarlo.



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