David, de Miguel Ángel
Estaba en una ciudad desconocida, salí del primer ciclo de conferencias, el congreso se me antojaba aburrido. Pero ahí estaba, si quería obtener mejor promedio en la escuela. Eran aproximadamente las ocho de la noche, necesitaba comer. Al girar sobre mi derecha, vi una cafetería, que, a juzgar por su apariencia y el público que tenía, era el lugar de moda entre los jóvenes. Fue ahí cuando lo miré. Con su cabello ligeramente alborotado, sus risos dorados, y una sonrisa que parecía de Ángel, eso, junto con su cuerpo, me recordó al David de Miguel Ángel. Sí, sé que estoy exagerando. Pero ahí estaba yo, sonriendo como una tontorrona al mesero que me atendió. Aventurada en un lugar que no era mío. Puse cara de boba, le sonreí, me sonrió. Mi idea era ir por un café y un pedazo de pastel, pero en ese momento, supe que serían más. Cuando no contemplaba a mi David, miraba el paisaje. Estar en un segundo piso me permitía observar el paisaje de otra manera no podía contemplar.