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Mostrando las entradas de junio, 2016

Un fin de semana diferente

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Un fin de semana diferente:  Ardía en deseos de hacer algo diferente:  pasar una noche especial con el chico de mis sueños, acampando en una pequeña montaña cerca de la ciudad. El único problema era que no nos hablamos. Mientras que él era el nerd del salón. Yo era una chica tímida, delgada sin atractivos físicos, que no destacaba en nada. Siempre fui de espíritu libre; amaba la naturaleza, pero era mala para relacionarme con los muchachos de mi edad Terminé de escribir una nota, invitándolo a acampar conmigo. Sabía que nunca la entregaría, pero aun así la miré con satisfacción. Suspiré, doblé el papel y lo guardé en la bolsa de mi pantalón. Estaba muy inspirada, detallé en mi libreta lo que parecía ser el fin de semana ideal: “Tú y yo al natural, sin prejuicios, desnudos…” Seguí escribiendo “Como aperitivo:  Unos sándwiches de jamón, otros de crema de maní. Una fogata improvisada. Repelente para los mosquitos, algunos libros, y una tienda de campaña.  Actividad

Sobrenatural: La Mujer De Hielo

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Esa noche, Julián regresó a su casa, pagó su fianza. Alegó con la policía que todo fueron alucinaciones por exceso de trabajo. Solo, desesperado, y confundido, tomó un café.  Le temblaba el cuerpo, los huesos le dolían. A pesar de la calefacción, el frio azotaba sin piedad su cuerpo.  A lo lejos creyó escuchar un piano tocando una melodía suave y cálida, triste y tierna a la vez. Nada de esto le parecía normal. Pero en estos momentos ya no se hacía preguntas. —Lo mejor es que duerma, mañana estaré mejor. Se desnudó y se tapó con un grueso cobertor —Tranquilo, no te haré daño— creyó escuchar la misteriosa voz femenina. A pesar de que siempre fue ateo, cerró los ojos y comenzó a orar. El extraño aroma a rosas llegó de nuevo, alguien se metió entre sus sabanas y comenzó a besarlo. Abrió los ojos y aventó a ese alguien. Era la misma mujer de la noche anterior. —Te dije que no te haré daño ¿Por qué me avientas? El científico no contestó. La chica era hermosa y

Rumbo Desconocido

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Treinta años no eran suficientes.                                 El viento soplaba aplaciblemente, el violinista del diablo tocaba con destreza para la oscuridad como su único testigo. Estaba harto que lo llamaran de esa manera. Nadie podía entender que era virtuoso por sí mismo, que tenía un don natural. En ese momento el ayer se conjugaba con el hoy, volvió a pensar en Fabiana, esperaba que esta vez sí cumpliera su promesa ¿Cuántas veces faltó a su palabra, tres, cinco, más? Ya perdió la cuenta. Entendía que fue el miedo a la sociedad. Pero su corazón no terminaba de entender. En la habitación solo había unos pocos muebles, pero daba igual, él no los necesitaba. Vio su cama, recordó cuando se acostaron juntos por última vez. Una noche antes de que ella se marchara. Recordar todo lo hicieron encender su pasión. El violín vibraba en su hombro, los tonos eran graves, tal vez demasiado. Tocó de nuevo con furia. Se calmó, ya no tocaba para nadie, ni siquiera para él,