CABALGANDO OLAS
Las olas eran perfectas, solo faltaba esa que era mía. Monté
en mi tabla esperando el momento indicado. Uno, dos, tres segundos… minutos. No
llegaba la indicada, necesitaba retarme a mí mismo y ser mejor.
¡Llegó!
La ola se acercaba inmensa y poderosa, me preparé para abordarla.
La tensión y la adrenalina se volvieron uno conmigo, solo veía agua por todas
partes. Yo era el dueño del mar. Mis
pies se aferraron a la tabla, mi cuerpo estaba en sincronía con el monstruo de
agua, hacia los movimientos perfectos.
Pero… Algo golpeo mi cabeza, la oscuridad lo invadió todo. Antes de
desvanecerme creí escuchar la risa de una mujer, algo tomó mi mano… después… ya
no supe nada.
Desperté con un tremendo dolor de cabeza, salí de mi habitación,
como siempre estaba solo. Mi madre trabajaba todo el día. ¿Mi padre? Nunca lo
conocí. Tomé dos aspirinas mientras intentaba
recordar que fue lo que pasó las últimas horas. Camine hacía la cabaña que
estaba en el patio trasero, la cual utilizaba, entre otras cosas, para guardar
mis tablas de surf. Me quede paralizado, solo de entrar: el deslizador acuático
que use las últimas horas, estaba partido por la mitad, era mi preferido. La
examiné unos minutos, no había manera de repararla.
—Creí que fue un sueño —murmuré tratando de controlar mis
emociones, mientras revisaba cada una de sus fracturas —¿por qué a mí no me
pasó nada?
Grite encolerizado, sin ella se iban mis oportunidades para ganar
el concurso regional de Surf, el cual comenzaría en un par unas semanas. Llevaba
meses preparándome para dicho evento, sacrifiqué muchas cosas, hasta deje en segundo lugar mis
estudios. Recién había llegado a la mayoría de edad, la cual era la minina
requerida.
Mi principal ambición siempre fue dedicarme profesionalmente
a este deporte, que más eso, era un estilo de vida para mí. Además, si quedaba
en primer lugar, ganaría una beca para ir a la universidad.
En los próximos días me olvidé del mundo, de mis amigos,
como pude conseguí dinero para comprarme otra tabla. Una tarde después de
surfear por horas, me senté un rato en una playa rocosa, que por lo mismo, era
poco visitada. Estaba exhausto, el sol no tardaría en desaparecer. Sin darme
cuenta me quedé dormido.
Un suave canto me despertó, estaba ya oscuro. Levanté la
vista aun adormilado. Ya no había nadie, a lo lejos divisé la figura de una
muchacha, no puedo decir como era, pero parecía algo pequeña y delgada. Se dirigía
a un grupo de rocas, acomodadas entre la montaña y el mar. Ahí las olas golpeaban
con mucha fuerza. Ni siquiera personas tan osadas o hábiles en el nado como yo,
se atrevían ir a aquel lugar. Pero ella, caminaba con mucha tranquilidad.
¡Qué no se daba cuenta, que las olas golpearian su cuerpo,
contra las rocas terminarían destrozándolo! Ni aun hoy me explico, por qué hice
lo que hice: Me quité el exceso de arena y corrí para advertirle. De pronto
desapareció. Me acerqué lo más que pude,
tal vez estaba escondida, tal vez… No la vi.
Un temor inexplicable y la cada vez creciente oscuridad me
hicieron regresar a la playa
Al día siguiente me dirigí de nuevo a entrenar, pero ese
extraño grupo de rocas, llamó de nuevo mi atención. Sentado en mi tabla, divisé
con atención el lugar
—¿Qué haces aquí? —Una voz sonó a mis espaldas.
Me volví contemplé el inmenso mar, junto a mi tabla, nadaba
una muchacha, de cabellera rojiza, piel pálida, ojos negros y unos labios
deliciosamente rojos.
—¿Qué ves? — preguntó curiosa. Algo me hizo recordar al
momento de mi accidente. Cerré los ojos para apreciar mejor los detalles.
—Buena pregunta, ni yo lo sé —dije volviendo a abrirlos.
Pero ella ya no se encontraba. Miré para todos lados. Pero no estaba. Por más
rápido que pudiera nadar, dejaría una marca en el movimiento del agua. Pero,
todo estaba en aparente calma
—Pamplinas —. No quise darle mayor importancia, sacudí la
cabeza. Esperé de nuevo la ola perfecta, me preparé, la monte y en pocos
segundos estaba en la playa.
¡El primer lugar tenía que ser mío!
Mi madre tenía razón, tal vez, soñaba demasiado, negó con la
cabeza y rio disimuladamente cuando le conté todo lo que pasó los últimos días.
Intentando mantener la calma, me fui a mi habitación, y me dormí por un gran
rato.
El día siguiente, no hubo nada que valiera la pena, más estudios,
platicas breves con los amigos y nada más. Al oscurecer, me dirigí a la playa,
me encontré a la chiquilla de cabello rojo. Nos miramos un par de segundos.
—Buenas noches —saludé mecánicamente.
Dijo unas palabras que no alcance a entender. No sé qué cara
hice que comenzó a reír, se acercó a mí, poniendo su mano en mi corazón
—¿Eres extranjera?
Otra vez el extraño dialecto, volvió a reír y se encaminó
hacia el mar.
—Espera —la alcancé— Entiendes algo de lo que te digo.
De nuevo, su mano en mi corazón. Sus ojos eran hermosos y al
sonreírme de esa manera, no pude evitar observarla con cuidado. Su cabellera,
ya no se veía tan roja como la otra vez, más bien, parecía rubia con algunas
mechas de color verde aqua. ¡Qué extraño era todo! No sé de dónde sacó una flor extraña, con
pétalos ¿verdes? Me la entregó
—Los hombres no recibimos flores —Me excuse.
Rio de buena gana, se encogió de hombros. Señaló hacía el
otro extremo de la bahía, justo donde estaba ese juego de rocas. De alguna
manera comprendí que tenía que irse. La deje marcharse. Sin darme cuenta cuando,
desapareció de mi vista. Suspiré, ya era tarde, tenía que regresar a mi hogar,
y estudiar para el examen de mañana. Si no mejoraba mis calificaciones, mi
madre no me dejaría volver al surf.
Pero… todo lo relativo a esa mujer era muy raro. Al día
siguiente proveche mi destreza con las olas y a través del mar me dirigí al
extremo de la bahía que ella me señalo. A lo lejos aprecie la inmensa hilera rocosa.
La marea estaba demasiado alta y las
olas eran muy grandes para los bañistas, debido a mi afición al deporte
extremo, no me afecto mucho. Con cuidado
llegué a la playa para cruzar las rocas. . Escalé el pequeño monte, vi al otro lado a la hermosa niña que estaba
junto a una ballena que encalló en el mar. Analice todo con detalle, por su
tamaño era un bebé. No había nadie más en la playa.
—¿Puedo ayudarte?
Tome un trapo húmedo para ayuda a mantener húmedo al animal,
al sentir su piel aun húmeda, me di cuenta que no hace mucho del accidente.
Señaló hacia un edificio, a través de la oscuridad, aprecié que era el centro
de investigación marina de la universidad. Por las altas horas de la noche, tal
vez no había mucha gente en el edificio. Corrí para buscar ayuda, un rato
después me acerqué con un grupo de personas, uno de ellos, era mi maestro de
educación ambiental. Pero, mi extraña nueva amiga ya no estaba.
Permanecí toda la noche junto al campamento improvisado que
se puso para salvaguardar a la ballena. Lo primero era mantenerla húmeda. Lo
siguiente era esperar que la marina llegara con el equipo necesario para
remontar al ballenato al agua. Ayudé con lo que me pidieron, cada vez que podía
miraba al mar, buscaba a mi amiga, pero no había ni un solo rastro de ella.
Era ya muy entrada la madrugada, el sueño nos fue venciendo.
Pero, unos ruidos nos despertaron súbitamente ¡La ballena ya no se encontraba
en la playa?
—¿qué pasó, que cómo?- fue el clamor general. Los días
siguieron pasando, ya no la vi de nuevo. Empecé a alternar mis estudios y el
surf, con vistas al departamento investigación marino.
El concurso de surf llegó. Logré pasar a las semifinales. Monté
la ola con mucha solvencia. Estaba dando el mejor de mis giros, pero un
movimiento extraño me distrajo. La
hermosa chica de cabello de colores, estaba nadando junto a mí. Era como si los pudiera ver a través del agua.
Pero mi atención necesitaba estar en la competencia. Terminó la ola termine con
los giros. Y el público me ovacionó.
Mire para atrás. La chica me miraba intensamente. Iba a
decirle algo, pero se sumergió en el agua hasta desaparecer. Tuve que hacer
acopio de todas mis fuerzas para seguir en el concurso.
Llegue a la etapa final. Estaba emocionado, la adrenalina
estaba a todo lo que daba. Llegó mi turno, se acercaba una ola inmensa, de
nuevo logré montarla con maestría. Estaba en medio del túnel. No sé qué pasó en
ese momento, algo salió mal y la ola me aventó. Mi cuerpo cayó en la profundidad
del agua, a pesar de mis esfuerzos por salir, algo me jalaba hacia las
profundidades, el oxígeno me abandonaba.
En ese instante, sentí una mano tomar la mía, intente ver
quien me tocaba, pero la oscuridad era total, a pesar de todo una inquiétate
paz me desbordaba. Creí sentir a la extraña chica junto a mí, casi nuestros cuerpos chocaban. A pesar
de las penumbras logré distinguirla. Con su mano acarició mis cabellos, sin
soltarme nadamos por ese mar tan oscuro como inmenso.
Llegamos a una especie de isla de coral, me hizo sentar
sobre la arena blanca y besó mis labios
—¿Qué estás haciendo? —quise decir, pero dentro del agua no
podía hablar
—Solo besarte — Ella en cambio sí que podía emitir sonidos.
Los labios de esa extraña se posaron en los míos, no fue un
beso cualquiera, solo decir que me encantó, se sentó sobre mis piernas. Sus
gestos, su mirada, sus caricias, eran muy sensuales.
¿Quién, o qué era ella? ¿Estaba soñando?
La chica no dijo nada más, solo seguía besándome, mientras
sus senos se pegaban a los míos ¡Que sueño tan extraño tenia! Pero era encantador. Mi short desapareció. Su
intimidad era mía, su cuerpo era mío.
Desperté sobre unas rocas. Estaba aturdido, camine con paso
cansado ¿Qué era lo que había pasado?
—¡Felicidades Rubén! —Me gritó un amigo— .Te fue excelente
en la presentación
—No te burles— dije intentando restar importancia a lo que
decía.
—¡Loco! —rio mostrando un periódico, en la sección de
deportes una fotografía con mi imagen sosteniendo un trofeo, estaba impreso en
el diario nacional fechado con el día anterior
“La acrobacia más espectacular en los últimos dos años”
decía al pie de foto, y estaba una imagen en donde aparecía yo haciendo una
increíble cabriola
¡Como era que yo no recordaba nada de eso! Mi única visión
era la mía teniendo relaciones sexuales con una maravillosa doncella en el
fondo del mar. Miré a mi amigo y solo pude sonreí como idiota. En ese momento
comencé a sentir un extraño ardor en mis genitales.
Las competencias habían finalizado. Yo tuve el primer lugar,
pero no lo recordaba! Más de una vez miré el trofeo con desdén.
¿Era mío de verdad ese premio? De lo que sí estaba seguro,
es, que no volvería al mar en mucho tiempo.
Gracias de antemano por sus lecturas, comentarios y/o
Criticas. Son todas bienvenidas.
©Alejandrina Arias (Aleyxen, Athenea IntheNight)
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2.
Las vacaciones llegaron, por un tiempo dejé de ir a la
playa, antes era mi pasión, pero ahora ya no quería ir.
—¿Por qué ya no has ido a la playa? —llegó de pronto
preguntándome mi esa niña que yo creía extranjera. Pude apreciar en ese momento
lo hermosa y muy parecida que era a la sirena
—Creí que tú eras extranjera, nunca entendí lo que decías
—Ve pronto al mar, solo cuando vas tú la paso bien
***—**.**—***
—En dado caso de que tú seas una verdadera sirena se supone
que son las reinas del océano.
—exacto, somos las reinas de las profundidades, pero, yo no
soy normal, hay algo que me atormenta
—¿Qué te sucede?
—No puedo, hay cosas que van más allá de todo lo que puedas entender.
Todo se solucionara si…
—Si te lo digo me muero
—¿Acaso eres una princesa o algo así?
—No, solo soy una… soy algo así como una hechicera, que está
encantada en su propia magia— dijo de manera tierna—. Debo irme. Me besó los labios
y
—No, acompáñame a mi casa.
La tomé de la mano, y cedió, en mi casa tuvimos relaciones
sexuales, no fue tan placentero como en el mar. Terminamos y ella sudaba mucho.
—debo ir al mar, me estoy deshidratando
La veía sin fuerzas. Quise levantarme, pero sentía una gran pesadez,
como pude la jalé hasta mi baño y la moje. El agua fría, pareció hacerle mucho
bien. Pero sus mejillas no la vi tan sonrojadas como en la playa.
Así pasó cerca de una hora. Cuando me sentí mejor, la tomé
en mis brazos. Me junto con ella en mi motocicleta y sentí su debilidad. En
cuanto llegué al mar, estaba inconsciente, me metí con ella en los brazos lo más
que pude, no abría los ojos. La luna resplandecía fuerte. “Déjala ir” algo
retumbaba en mi mente.
Solté su cuerpo, dejé que la corriente se la llevara.
***—**.**—***
—Ve de nuevo al mar — algo me
dijo.
La vida es como un juego de ajedrez, cada movimiento cuenta,
y cuando lo haces, no sabes cómo atacara tu oponente
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